Despiertas, mirando al mundo con esos dos faroles.
Caminas con tus ideales atrás, como si fuesen tus guardaespaldas. Generas
rutinas pero buscas ser más amigo de lo inesperado; de cualquier experiencia
que salga de lo cotidiano. Y aunque a veces cansa, está bien ese juego que
generas con la vida: probarse a uno mismo, ver hasta donde puedes llegar. Este
recorrido está lleno de personas. Todas aparecieron de la misma manera, siendo
lo inesperado, la novedad. Pero poco a poco van tomando forma, van tomando
color. Cambia la distancia; unos se acercan y otros se alejan. Personas que
pudieron ser imprescindibles, ahora toman el título de extraños. La rutina nos
va consumiendo en seco hasta que frenas y te preguntas, qué pasó. Pero muchas
veces no nos damos cuenta de que el mundo es redondo y por mucho que nos demos
la espalda, si continuamos caminando cada uno en su sentido, nos volveremos a
encontrar.
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