domingo, 29 de septiembre de 2013


¿Cómo saber cuándo hay que dejar de buscar? ¿Cuándo hay que dejar de jugar? ¿Cómo saber que ya le has encontrado? ¿Cómo saber quién es esa persona con la que compartir el resto de tus días? ¿Por qué si sé que él puede ser esa persona, hay algo que me aterra y no me deja ser sólo suya? ¿Es miedo? ¿Mide a querer? ¿Miedo a que me quieran? ¿A creer que me quieren?
A veces lo tengo tan claro, otras tan oscuro, que confundo los sentimientos con el miedo, la realidad con la imaginación, la verdad con lo que mi mente quiere. ¿Quiero que me quieran? ¿Quiero dejarme querer? ¿Por qué tan sí quiera se responderme a mí misma? Tal vez no es el momento, pero entonces ¿cuándo lo será? y ¿cómo lo sabré?
Ya he encontrado una persona que me complementa, que me comprende y me mima, pero no quiero creer que es perfecto, aunque no dudo que lo sea, pero sé que puede haber otra mejor, mejor dicho, eso quiero pensar. El problema es que no hago más que encontrarme a muchos peores, nadie le iguala, ni mucho menos le supera, todos se quedan en una noche o en un par de besos. Necesito alguien que me llene plenamente, que me haga perder la cabeza, recordarle cada instante y esperar encontrármele en cada esquina; alguien que consiga enamorarme, alguien a quien sea capaz de decir “te quiero”, que consiga que esas dos palabras salgan de mi boca sin pensar. 


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