De nuestra historia he
aprendido muchas cosas; me has enseñado lo “puta” que es la vida y yo he sacado
mis propias conclusiones. Una de esas cosas que he aprendido es que no puedes
sustituir a personas insustituibles, ni olvidar a personas inolvidables; quiero
decir, que esas personas verdaderamente importantes en tu vida no son
comparables a ninguna otra, ni puedes evitar los motivos por los que lo son. He
aprendido que hay errores que por muy imperdonables que sean, al final
perdonamos por el miedo a perder a alguien. He llegado a la conclusión de que siempre
hay alguien que te va a decepcionar cuando menos te lo esperes, por mucho que creas
que nunca te decepcionará; pero también, que siempre va ha haber alguien que te
haga reír cuando tu vayas a llorar. Que hay que aprender a entender a la gente
y a ser un poco egoísta. Que en ciertos momentos es necesario desconectar y no
dar por supuesto situaciones que nadie te ha confirmado; que no se puede ser
paranoica pero tampoco pasota. Sé que las historias simples aburren pero que
las complejas hay que saber entenderlas y saber vivirlas. Poco a poco llegue a
la conclusión de que olvidar es diferente a no pensar y a dejar pasar; que
olvidar aquello que te ha marcado en tu vida es imposible, excepto que tengas alzheimer. Que lo importante es saber cuando y como dejar las historias atrás y
tener el valor de afrontar que lo que llamas historias van a pasar a llamarse
recuerdos. He llegado a entender los consejos que la gente me daba y repetía
una y otra vez; aquellos consejos a los que yo no hacía caso y ahora al
pensarlo dos veces me doy cuenta de que yo misma hubiera dado esos consejos a
la persona que estuviese en mi situación. Y sé que, la mayoría de veces, tienes
que ser tu mismo el que se de cuenta de la realidad y que para ello es
necesario tropezar con la misma piedra una y otra vez, hasta que llegue ese día
en el que des una patada a la piedra y la alejes de tu camino.
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