sábado, 9 de junio de 2012


Cuando te despiertes prométeme que seguirás ahí, dándome la mano y arropándome entre tus brazos; que me darás cada mañana un beso en la frente y me agarraras fuerte, mostrándome que te importo de verdad y que no quieres que me aleje de ti. Déjame pasar al menos cinco minutos observando tu despertar, observando tus ojos abrirse lentamente, esa cara de dormido, algún que otro bostezo y tu pelo alborotado. Ese lunar en la barbilla y esos ojos marrones. Prométeme que seguirás ahí, que tú también me miraras y te derretirás con esa sonrisa que me provocará tu cara iluminada con un rayo de sol. No me digas nada hasta que te hayas cansado de mirarme. Hazme creer que ésta no será la primera vez que despertemos juntos; que no dejarás que esta noche haya sido una noche más entre dos desconocidos que no se volverán a ver después. Este amanecer que me susurra que no te deje, que haces que toda imperfección que pueda tener nada más despertarme sea insignificante, que la vergüenza entre nosotros dos ya no existe. Quiero un día como este, en el que no haya ninguna prisa y en el que nos podamos pasar hasta una hora sin decirnos nada, simplemente mirándonos o abrazados y apoyada en tu pecho, estamos demasiado a gusto como para levantarnos de la cama.


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